Alí Gómez García, combatiente y poeta cayó en cumplimiento de su deber
Tomado de: Todos Adentro
Tomado de: Todos Adentro
El Capitán Alí Gómez García se marchó ese 8 de mayo de 1985 con el cielo de Managua como testigo, defendiendo a toda esa América que llamaba patria y confirmando, hasta último momento, su firme propósito de morir siendo revolucionario
La parroquia La Vega vio crecer al pequeño Alí entre juegos e ideales.
Sus primeros pasos en la lucha social los dio de la mano del padre Francisco Wuytack, en esa barriada caraqueña que reserva aún entre sus calles el recuerdo de cómo nació y creció un auténtico revolucionario.
A temprana edad cursó estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y hasta pensó en ser misionero en su afán por hallar la verdadera vocación que lo acompañaría hasta el final de sus días.
Raquel Cartaya, revolucionaria y viuda de Alí, recuerda que se destacaba desde pequeño y cómo en esos momentos de infancia nació entre ellos el amor que se mantendría por siempre. “Desde pequeños compartimos vivencias y sentimientos.
Me gustaba mucho conversar con él y me llamaba la atención todas las cosas que hacía. Entre sus inventos no podré olvidar su colección de mariposas y su gusto por escribir. A medida que fuimos creciendo, anhelábamos que llegaran las vacaciones para vernos. Desde pequeños nuestras madres notaron que estábamos enamorados.
Así fue pasando el tiempo y llegó el momento de entrar a la universidad. Alí se dedicó más a la parte política. Se la pasaba con gente de la Izquierda Cristiana. Luego conoció al padre Wuytack que, para él, marcó una etapa en su vida muy interesante”, aseguró Cartaya.
Luchar por la reivindicación de los pobres y trabajar en los barrios fueron, a sus 14 años, las tareas que Alí Gómez se propuso desempeñar por la gente de la comunidad que lo veía crecer y que lo apodó Alicate, porque era muy alto (media un poco más de un metro 80).
LA GUERRILLA FUE SU ESCUELA
En 1969, con apenas 17 años, decidió meterse en la guerrilla siguiendo las luchas internacionalistas de héroes como Bolívar, Sucre, Miranda, Sandino, Martí y otros patriotas. Viajó a Nicaragua y se sumó a las luchas del Frente Sandinista de Liberación Nacional de ese país. “En lo particular me pareció como una especie de Robin Hood que salía a defender a los pobres. Aunque le decía al principio que prefería que se quedara en la ciudad porque había mucho trabajo que hacer desde el mismo movimiento revolucionario de la UCV, era importante que hubiera gente con claridad política. Pero él consideró que su paso por la guerrilla lo iba a consolidar y lo haría conseguir la parte del revolucionario que le faltaba”, señaló Cartaya acerca de la decisión de Alí por medir montaña adentro su fortaleza y capacidad.
Durante nueve años se llamó Nicanor, tiempo en el que se mantuvo firme en la lucha por la soberanía y la independencia de las naciones de América como guerrillero revolucionario. Para 1978 formando parte del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), éste decide enviarlo para que participe en la última insurrección sandinista. “Se da el triunfo de la Revolución Sandinista y decidimos unir nuestras vidas al desarrollo de esa revolución.
Por eso viajé a Nicaragua con nuestro hijo mayor, Toribio, apodado cariñosamente como Mugre. Estando en ese país hermano, vimos nacer nuestros otros dos hijos
Nicanor (seudónimo de Alí en la guerra de Nicaragua) y Fania”, explicó Cartaya.
Alí desempeñó diferentes funciones en el campo militar. Incluso fue director y subdirector de varias escuelas militares.
En el Ministerio del Interior llegó a ser ofi cial de preparación combativa de las tropas especiales. Fue en el cumplimiento de ese cargo cuando cae en combate el 8 de mayo de 1985.
CON TINTA REVOLUCIONARIA
El Capitán Alí Gómez García desarrolló su pasión por el oficio de narrar, luego de nacer su hija Fania en enero del año 83.
“Con el nacimiento de Fania comenzó a escribir un libro porque estaba fastidiado de hacer currículos. Por eso decide hacerlo, para poder entregarlo cuando lo mandaran a hacer un currículo. Leyéndolo podrían saber lo que había hecho durante su trayectoria. Recuerdo que esas primeras hojas del libro, escritas a mano por él, me causaron mucha risa. Su ingenio marcó hasta el título del libro. Pensó que muchos de los personajes que aparecen en su texto dirían que la historia era falsa.
Algunos creerían que utilizaba un lenguaje de manera maliciosa en una historia que podía considerarse escandalosa, porque de algo sencillo sacó algo muy grande.
Ahí se le ocurrió el título Falsas, Maliciosas y Tendenciosas Reflexiones de un Ñangara,
y ese ñangara era el mismo”, explicó Cartaya sonriente.
Un día el revolucionario decide mandar a concursar su creación literaria a la Casa de las Américas con una emisaria que viajaría a Cuba. Siendo uno de los últimos textos en entrar al concurso. Para sorpresa de todos, resultó ganador en la categoría de testimonios. Noticia que recibió, luego de pensar y pensar en el destino de sus escritos, el 12 de febrero de 1985.
“Su recompensa fue poder viajar a Cuba el mes de abril del 85 para realizar las respectivas revisiones literarias siempre defendiendo sus ideales. Cabe destacar que la editora le comentó que había cosas mal escritas, sin darse cuenta que ahí radicaba la particularidad del libro de Alí. El escribía como hablaba el pueblo. Relataba lo que oía y lo que decían señaló Cartaya acerca del escritor revolucionario que nunca pensó en sus propios beneficios.
¿Qué te parece si le damos el dinero del premio a la Revolución Sandinista?, preguntó Alí a su hijo Mugre, de apenas 11 años, en relación a los 3 mil dólares que le otorgaría Casa de las Américas por haber resultado ganador.
Papi, nosotros nunca hemos tenido dinero y siempre hemos sido felices, respondió el primogénito.
El momento de júbilo para la familia Gómez quedó empañado meses después ante la muerte del revolucionario.
DE ESPÍRITU VISIONARIO
Alicate mezcló su espíritu revolucionario con la creatividad demostrada en el arte de escribir y dejó un legado que quedará en la posteridad con los títulos: “Falsas, Maliciosas y Tendenciosas Reflexiones de un Ñangara” y “Francisco de Miranda, Peregrino de la Libertad”, histórica obra que terminó el inesperado día de su muerte.
Como buen visionario siempre mencionaba la importancia de rescatar la imagen de Francisco de Miranda. “Me impresionó cuando escuché de labios del Presidente su llamado a reivindicar a este prócer. También recuerdo claramente cuando a raíz del premio Casa de las Américas en el año 85 le hicieron una entrevista en Managua y le preguntaron quién podía ser la persona que liderara la revolución venezolana. Él contestó que los venezolanos siempre habíamos buscado un líder dentro de las figuras de la izquierda.
Pero que podía salir del ejército venezolano.
Un ejército formado sobre el espíritu del pensamiento bolivariano. La mayoría de los miembros del Ejército son gente del pueblo. Cuando se da el golpe de Estado y comenzamos a ver cómo Chávez se perfila como una figura política, entendí ese pensamiento de Alí, entendí que era un visionario”, aseguró la revolucionaria.
Una decisión familiar dispuso que los restos del Capitán Alí Gómez García permanecieran para siempre en tierras nicaraguenses.
Pueblo que reconoce su labor como revolucionario y que bautizó con su nombre diversas zonas de Managua, como forma de agradecimiento a este venezolano que entregó su vida por esta patria hermana.
Según la flaca, como era llamada Raquel Cartaya por Alí, el mejor homenaje que se le puede hacer es publicar sus libros.
Porque en vida su mayor satisfacción la vivió al presenciar el triunfo de la Revolución sandinista. Disfrutó en carne propia el logro que por tanto tiempo deseó para su país y que no pudo ver materializado. A 25 años de su partida se le recuerda como ese revolucionario alegre que mantuvo a toda América como patria y que a veces decía estar: “jodido pero contento”.
R: Juan Diego Marichal
G: Cortesía Raquel Cartaya / Caracas
Fania Gómez, hija menor del revolucionario comentó que es “un gran compromiso tener su apellido. A veces no puedo mensurar las dimensiones de eso.
La parroquia La Vega vio crecer al pequeño Alí entre juegos e ideales.
Sus primeros pasos en la lucha social los dio de la mano del padre Francisco Wuytack, en esa barriada caraqueña que reserva aún entre sus calles el recuerdo de cómo nació y creció un auténtico revolucionario.
A temprana edad cursó estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y hasta pensó en ser misionero en su afán por hallar la verdadera vocación que lo acompañaría hasta el final de sus días.
Raquel Cartaya, revolucionaria y viuda de Alí, recuerda que se destacaba desde pequeño y cómo en esos momentos de infancia nació entre ellos el amor que se mantendría por siempre. “Desde pequeños compartimos vivencias y sentimientos.
Me gustaba mucho conversar con él y me llamaba la atención todas las cosas que hacía. Entre sus inventos no podré olvidar su colección de mariposas y su gusto por escribir. A medida que fuimos creciendo, anhelábamos que llegaran las vacaciones para vernos. Desde pequeños nuestras madres notaron que estábamos enamorados.
Así fue pasando el tiempo y llegó el momento de entrar a la universidad. Alí se dedicó más a la parte política. Se la pasaba con gente de la Izquierda Cristiana. Luego conoció al padre Wuytack que, para él, marcó una etapa en su vida muy interesante”, aseguró Cartaya.
Luchar por la reivindicación de los pobres y trabajar en los barrios fueron, a sus 14 años, las tareas que Alí Gómez se propuso desempeñar por la gente de la comunidad que lo veía crecer y que lo apodó Alicate, porque era muy alto (media un poco más de un metro 80).
LA GUERRILLA FUE SU ESCUELA
En 1969, con apenas 17 años, decidió meterse en la guerrilla siguiendo las luchas internacionalistas de héroes como Bolívar, Sucre, Miranda, Sandino, Martí y otros patriotas. Viajó a Nicaragua y se sumó a las luchas del Frente Sandinista de Liberación Nacional de ese país. “En lo particular me pareció como una especie de Robin Hood que salía a defender a los pobres. Aunque le decía al principio que prefería que se quedara en la ciudad porque había mucho trabajo que hacer desde el mismo movimiento revolucionario de la UCV, era importante que hubiera gente con claridad política. Pero él consideró que su paso por la guerrilla lo iba a consolidar y lo haría conseguir la parte del revolucionario que le faltaba”, señaló Cartaya acerca de la decisión de Alí por medir montaña adentro su fortaleza y capacidad.
Durante nueve años se llamó Nicanor, tiempo en el que se mantuvo firme en la lucha por la soberanía y la independencia de las naciones de América como guerrillero revolucionario. Para 1978 formando parte del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), éste decide enviarlo para que participe en la última insurrección sandinista. “Se da el triunfo de la Revolución Sandinista y decidimos unir nuestras vidas al desarrollo de esa revolución.
Por eso viajé a Nicaragua con nuestro hijo mayor, Toribio, apodado cariñosamente como Mugre. Estando en ese país hermano, vimos nacer nuestros otros dos hijos
Nicanor (seudónimo de Alí en la guerra de Nicaragua) y Fania”, explicó Cartaya.
Alí desempeñó diferentes funciones en el campo militar. Incluso fue director y subdirector de varias escuelas militares.
En el Ministerio del Interior llegó a ser ofi cial de preparación combativa de las tropas especiales. Fue en el cumplimiento de ese cargo cuando cae en combate el 8 de mayo de 1985.
CON TINTA REVOLUCIONARIA
El Capitán Alí Gómez García desarrolló su pasión por el oficio de narrar, luego de nacer su hija Fania en enero del año 83.
“Con el nacimiento de Fania comenzó a escribir un libro porque estaba fastidiado de hacer currículos. Por eso decide hacerlo, para poder entregarlo cuando lo mandaran a hacer un currículo. Leyéndolo podrían saber lo que había hecho durante su trayectoria. Recuerdo que esas primeras hojas del libro, escritas a mano por él, me causaron mucha risa. Su ingenio marcó hasta el título del libro. Pensó que muchos de los personajes que aparecen en su texto dirían que la historia era falsa.
Algunos creerían que utilizaba un lenguaje de manera maliciosa en una historia que podía considerarse escandalosa, porque de algo sencillo sacó algo muy grande.
Ahí se le ocurrió el título Falsas, Maliciosas y Tendenciosas Reflexiones de un Ñangara,
y ese ñangara era el mismo”, explicó Cartaya sonriente.
Un día el revolucionario decide mandar a concursar su creación literaria a la Casa de las Américas con una emisaria que viajaría a Cuba. Siendo uno de los últimos textos en entrar al concurso. Para sorpresa de todos, resultó ganador en la categoría de testimonios. Noticia que recibió, luego de pensar y pensar en el destino de sus escritos, el 12 de febrero de 1985.
“Su recompensa fue poder viajar a Cuba el mes de abril del 85 para realizar las respectivas revisiones literarias siempre defendiendo sus ideales. Cabe destacar que la editora le comentó que había cosas mal escritas, sin darse cuenta que ahí radicaba la particularidad del libro de Alí. El escribía como hablaba el pueblo. Relataba lo que oía y lo que decían señaló Cartaya acerca del escritor revolucionario que nunca pensó en sus propios beneficios.
¿Qué te parece si le damos el dinero del premio a la Revolución Sandinista?, preguntó Alí a su hijo Mugre, de apenas 11 años, en relación a los 3 mil dólares que le otorgaría Casa de las Américas por haber resultado ganador.
Papi, nosotros nunca hemos tenido dinero y siempre hemos sido felices, respondió el primogénito.
El momento de júbilo para la familia Gómez quedó empañado meses después ante la muerte del revolucionario.
DE ESPÍRITU VISIONARIO
Alicate mezcló su espíritu revolucionario con la creatividad demostrada en el arte de escribir y dejó un legado que quedará en la posteridad con los títulos: “Falsas, Maliciosas y Tendenciosas Reflexiones de un Ñangara” y “Francisco de Miranda, Peregrino de la Libertad”, histórica obra que terminó el inesperado día de su muerte.
Como buen visionario siempre mencionaba la importancia de rescatar la imagen de Francisco de Miranda. “Me impresionó cuando escuché de labios del Presidente su llamado a reivindicar a este prócer. También recuerdo claramente cuando a raíz del premio Casa de las Américas en el año 85 le hicieron una entrevista en Managua y le preguntaron quién podía ser la persona que liderara la revolución venezolana. Él contestó que los venezolanos siempre habíamos buscado un líder dentro de las figuras de la izquierda.
Pero que podía salir del ejército venezolano.
Un ejército formado sobre el espíritu del pensamiento bolivariano. La mayoría de los miembros del Ejército son gente del pueblo. Cuando se da el golpe de Estado y comenzamos a ver cómo Chávez se perfila como una figura política, entendí ese pensamiento de Alí, entendí que era un visionario”, aseguró la revolucionaria.
Una decisión familiar dispuso que los restos del Capitán Alí Gómez García permanecieran para siempre en tierras nicaraguenses.
Pueblo que reconoce su labor como revolucionario y que bautizó con su nombre diversas zonas de Managua, como forma de agradecimiento a este venezolano que entregó su vida por esta patria hermana.
Según la flaca, como era llamada Raquel Cartaya por Alí, el mejor homenaje que se le puede hacer es publicar sus libros.
Porque en vida su mayor satisfacción la vivió al presenciar el triunfo de la Revolución sandinista. Disfrutó en carne propia el logro que por tanto tiempo deseó para su país y que no pudo ver materializado. A 25 años de su partida se le recuerda como ese revolucionario alegre que mantuvo a toda América como patria y que a veces decía estar: “jodido pero contento”.
R: Juan Diego Marichal
G: Cortesía Raquel Cartaya / Caracas
Fania Gómez, hija menor del revolucionario comentó que es “un gran compromiso tener su apellido. A veces no puedo mensurar las dimensiones de eso.
Desde mi humilde esfuerzo he tratado de aprender muchísimo de él, conocer de su vida.
He buscado mis raíces en él tratando de hallar explicaciones sobre la forma en que vivimos, sus decisiones y los por qué de sus actos.
He conseguido consuelo en sus cartas y libros.
He buscado mis raíces en él tratando de hallar explicaciones sobre la forma en que vivimos, sus decisiones y los por qué de sus actos.
He conseguido consuelo en sus cartas y libros.
Lo más valioso que la gente debería conocer de mi papá es ese pensamiento bolivariano que defendió hasta la muerte, era digno alumno de Bolívar. Luchó por la reivindicación y la autodeterminación de los pueblos. Su primer libro es bastante bueno y hasta jocoso porque escribía para el lector y desde el lector. A 25 años de su muerte lo tenemos presente”
Publicado por Circulo Bolivariano Fabricio Ojeda
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