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domingo, 16 de mayo de 2010

El Perro Vegetariano




El Maestro Renato Agagliate nació en Piamonte, un pueblo de Italia, en 1933, en pleno período político de Mussolini. En el año 1949, a la edad de 16 años, llega a Venezuela. Más tarde, después de vivir en el Amazonas y con una breve estancia en Caracas, en 1977, por razones de salud, llega a Sanare, donde, de acuerdo con sus palabras, es regocijado por el agradable clima y la hospitalidad de su gente, así como por los hermosos paisajes. Renato es italiano de nacimiento; pero el pueblo lo honra y aprecia como sanareño por vocación. Es y ha sido reconocido no sólo por el trabajo social y cultural, sino por su concepción humanista y ecológica. Son numerosos los cuentos, relatos y reflexiones ecológicas escritos por él. También es responsable del nombre asignado al Parque Nacional “Dinira” (cerro que emana leche).



EL PERRO VEGETARIANO

Cuando el gobierno salió con su triste paquete de medidas económicas (se refiere a Carlos Andrés Pérez), las cosas se fueron poniendo cada día más caras.

- Todo está por las nubes, decía y dice todavía la gente.

Como yo no soy… piloto, me quedé con los demás en tierra y saqué mi propio paquete de ideas para hacerle frente a la situación. Entre ellas, para reducir los gastos familiares, estaba la comida para el perro Chicharito.

Con mucha seriedad lo llamé, lo acaricié y le dije:

- Hace tiempo que yo soy vegetariano y no me he muerto por no comer carne, tanto más cuanto que ahora ella va a costar 400 bolívares el kilo. El propio hueso blanco, que tanto te gusta a ti, vale ahora 400 bolívares el kilo. Yo aprecio muchísimo tu trabajo de cuidar la casa, el solar y el conuco, pero ya no puedo darte carne y ni siquiera hueso. ¿por qué no aprendes de mí a ser vegetariano?

El entornó los ojos, agachó las orejas, movió el rabo y soltó la lengua:

- Bueno… ¿qué le vamos a hacer?

Desde ese día, pues, comencé a alimentarlo con sopa de quinchoncho, de chícharos o de chivatas; a comer cambur con concha y todo, a chupar tusa de jojotos y a ruñir los cocos que yo me bebía.

Contrario a lo que opinaba la gente, el perro no perdió peso alguno y mucho menos bravura para defender a mi familia y mi propiedad.

- Toda fruta que caiga madura del solar te la puedes comer y ¡colmillos con cualquier zángano que se meta a robarla! Cuida lo mío porque es también lo tuyo.

De tanto cariño que le agarró a aquellos frutales, fueran árboles, palmas o matorrales, Chicharito se convirtió en un fanático vigilante.

Yo lo felicitaba y él me expresaba con su lenguaje de boca, ojos, orejas y rabo su canina satisfacción. Pero, claro, de tanto comer vegetales me causaba lástima el verlo a veces rumiando, ¡eciiito!, como un ovejo…

Un día, sin embargo, el gallo de la vecina me metió a probar el maicito que granaba en el conuco y Chicharito, para que aprendiera a respetar, lo mordió en el buche.

- No, mi amor –lo regañé yo-. Mira que a los vegetarianos la carne nos hace daño. ¿Tú comiste algo de lo que mordiste?

El, con su lenguaje de siempre, me contestó:

- ¿Y acaso el buche no es tan fruta como la lefaria o el comodón?

Avispado y guapo se estaba poniendo mi perrito, y yo…contento y orgulloso de él.
Otro día dejó mordido a un muchacho que se había metido a probar los nísperos.

- Cuidado con morder carne, Chicharito. Recuerda que tú eres perro vegetariano y sólo puedes comer… vegetales.

- Pero amo -se disculpó él-, yo sólo mordí al muchacho en la… planta del pie.

- ¡Ah mundo! –dije yo-. Tú hasta sabes de anatomía; pero no olvides que nosotros somos vegetarianos.

Dejando eso en un rincón de su memoria, sin embargo, al poco tiempo ya había mordido a otro muchacho tentado por el llamativo color de las granadas.

- Por qué lo mordiste, Chicharito?

- Yo no comí carne, amo. Sólo quise probar a qué sabía la…palma de la mano de ese muchacho.

Total que mi perro vegetariano había resultado mejor cuidador de la propiedad que cualquier otro bicho carnívoro. Todo así de bien hasta que un día, en que la dueña de aquel gallo buchón se había metido dentro del solar en busca de una gallina suya. Chicharito, sin ladrar dos veces, le clavó los colmillos en una pierna.

A los dos días, ya recibía yo convocatoria por parte de la jueza del pueblo para responder de lo que había ocurrido.

- Te pasaste- le lamenté en seguida a Chicharito. Me metiste en un lío: acompáñame para ver cómo salimos de él.

Ya en el juzgado, la jueza ordenó a la mujer mordida que enseñara el delito cometido por mi perro y a mí me preguntó:

- ¿Reconoce usted que su perro ha mordido a la ciudadana nada menos que en su pantorrilla derecha?

Yo miré a Chicharito, él me dijo algo a su manera y yo le traduje a la jueza:

- Mire, doctora, mi perro es vegetariano y dice que sólo mordió una…batata.

- Jaaa, ja, ja- se rieron secretarias, testigos y policías.
- ¡Silencio! Gritó la jueza, dando un golpe con el martillo. –Ante la confesión del reo y en presencia del animal incriminado, se condena al mismo y a su dueño a 48 horas de detención en la cárcel.

Y sin más, dos policías me llevaron a mí y a mi perrito al calabozo. Sabiendo allá de nuestra costumbre vegetariana, el maluco del comandante ordenó que nos sirvieran carne
–y pura carne- en las tres comidas del día.

- Comételo tú todo- le decía yo a mi perrito, -que eso a mí me cae mal, tan mal como si fuera la otra batata de la vecina…

Y así fue como yo pagué con dos días de ayuno la pierna mordida por Chicharito y éste se dio la hartada más rica de su vida, como si no fuera vegetariano y como si no fuera verdad lo del paquete de medidas.

(Sanare, 1992)

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