CUALQUIER SUMISION ES NUESTRA DERROTA. SOLO LA ACCION SOBERANA DEL PUEBLO ES LIBERTAD

sábado, 21 de agosto de 2010

Panchita le escribe al Cayapo



Francisca Castañeda, mejor conocida como Panchita, es una mujer que difícilmente podríamos meter dentro de una categoría. Escribe cuentos, poesías, reflexiones, periodismo, crítica; pinta, dibuja; es agricultora, elabora quesos, dulces, ordeña vacas y cuando sus hijos eran pequeños, les hacía la ropa. Su casa, toda, es expresión de ella misma: paredes pintadas; sin cercas, con pocas puertas. Abierta al mundo. Al preguntarle si no teme a que la roben, riendo contesta: “podrán vejarme, injuriarme, incluso hasta asesinar mi cuerpo, pero mi pensamiento y mi alma no la tocarán jamás… ¿Quién puede robarse mi corazón, mis sentimientos y mis pensamientos que son lo único valioso que tengo?”, remata.
Hermosa, generosa, alegre, Panchita es una filósofa en el mejor sentido de la palabra. Sus palabras resumen la sabiduría de la mujer que ha sabido vivir para los demás. Dice que escribe desde que aprendió a hacerlo en su casa. Además, en sus ratos libres recorta artículos, fotos, frases y monta nuevamente revistas, libros, con su propia temática. Así nos muestra una caja llena de estos valiosos materiales, collages sobre diversos temas cuidadosamente recortados y pegados. Es mucho el material que tiene Panchita escrito por ella; destaca un libro: Somos Mai (sin acento en la i y sin z) donde leemos: “Hay que ser noble y leal como una mazorca, siempre sonriente aunque la estés mordiendo”. Dejemos que sea Panchita quien hable. (Nota: se respeta su manera de escribir)
Carta al Cayapo:
Cayapo: te cuento que he leído dos ejemplares. Uno me lo prestó una amiga y otro me lo regaló una maestra.
Te diré que mis inquietudes de libertad datan desde mi niñez, de los años 60, que teniendo 8 años no comprendía lo que pasaba a mi alrededor. No concebía la idea de personas tan ajenas a nuestro ambiente vivieran a perturbar la alegría y la paz que teníamos. Un día llegaron 6 comboy del ejército llenos de soldados a buscar una anciana de 70 años que les estaba causando mucho daño allá en Miraflores.
Era médica partera. Sembraba maíz y caraotas, chícharos. Era costurera , amiga y mamá de todos los muchachos porque a dos generaciones le había cortado el ombligo. Y llegaron los del ejército con aquel armamento. Hicieron el campamento y empezaron a saquear el humilde caserío. “necesitamos gallinas pal sancocho, además y si hay un puerco, también”. Cuando llegaron a mi casa mi mamá estaba muy asustada; no comprendía aquello que estaba pasando y les iba a dar las gallinitas que era lo único que teníamos. Yo les dije: “No mamá, eso no es justo”. El que era el capitán me miró de arriba abajo y dijo “tú eres guerrillera tan chiquita”. Mamá casi le da un patatús. Yo le contesté: “si usted supiera lo que estoy experimentando”. Cállate muchacha, decía mamá y mis hermanos ya le traían las dos gallinas al desgraciado, que se fue riendo de oreja a oreja. Yo me tiré en el suelo y lloré todo el día, no me podía parar, sentía que mi madre me había traicionado, que todos eran malos.
Después mi madre me explicó que era una imprudencia muy grande hablarle así al gobierno, que nos fueran matado a todos, que eso era lo que ellos hacían. Se metían en un campo y mataban a todos los campesinos y violaban a las mujeres viejas y nuevas. Que no tenían piedad de nadie. Dejaban viudas y huérfanas por todos lados. Hubo un caso que llegaron los del ejército, estaban comiendo y agarraron al papá, lo amarraron, y a los muchachos grandes también.
La señora y dos hijas menores de edad la tropa las violó delante del esposo y los hijos y uno de los hijos no soportó eso y enloqueció de dolor. “No me diga más”. Duré como 15 días llorando, y empecé a averiguar todo lo que pasaba. A hacer mis conjeturas, ir a la escuela, seguir queriendo y admirar más a aquella sabia y noble mujer llamada María Gregoria Colmenarez, matrona de nuestro caserío “El Algodonal”, de donde soy nativa.
Saqué el sexto grado en mi pueblo y me ofrecieron una escuela en un campo muy apartado. Cargo ofrecido por un Director muy adeco y no lo acepté. Yo soy como el Cayapo, no me vendo, mis ideales eran otros. Yo quería ser maestra pero como “Mama María” que así la llamábamos todos los que nos cortó el ombligo, me puse a trabajar el campo, a escribir y aquí estoy ahora en la lucha. En dejar un buen ejemplo de vida. He salido fuera de Venezuela y no he podido encontrar un lugar tan noble como mi pueblo.
Quisiera que escribieran toda la verdad y la mentira. La verdad de un pueblo comparada con la mentira y la maldad humana. “Que esa es la diferencia”
Me despido porque si no lleno el cuaderno. Mis ilusiones, escribir para un periódico que sienta las inquietudes del alma, del corazón y la naturaleza. Y te cambio una sonrisa por el canto de una rana. Contéstame.
Panchita Castañeda.

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