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jueves, 31 de mayo de 2012

SI NO TENEMOS HISTORIA, NO TENEMOS PASADO NI MEMORIA...A 50 AÑOS DEL PORTEÑAZO




Este 02 de junio se cumplen 50 años del intento de golpe cívico-militar conocido como el Porteñazo. Algunos lo han llamado batalla, otros masacre. Con este levantamiento se cierra el ciclo golpista que tiene su primera manifestación con El Guairazo, en enero de 1962, y fueron intentos de militares y militantes del PCV y el MIR de “darle al pueblo el poder”. Ya para el momento, un sector del PCV mantenía un lineamiento teórico según el cual “la insurrección se puede hacer con o sin el ejército, pero nunca en su contra.”
En el estamento militar existían grupos descontentos por los desplazamientos y las recomposiciones. Sentían que no habían sido ubicados en los sitios que les correspondían, pues la naciente administración, para neutralizar a unos y ganar confianza en otros, iba haciendo una selección partidista para aumentar sus niveles de seguridad, de ahí que muchos se sintieron sustituidos en el nuevo orden.
Esta influencia en los militares descontentos daba seguridad de triunfo, en la izquierda conspirativa. Es posible que esto influyera para que la oposición se radicalizara, reduciendo la defensa de la Constitución que antes pregonara, y empezara a vigorizar la tendencia golpista. El PCV que consideraba a la FF.AA. como un cuerpo anticomunista experimenta un acercamiento en los sectores democráticos y patrióticos en el seno del ejército.
Dícese que ya en el año 1957, Douglas Bravo, y Eloy Torres se reunieron en la casa del oficial Rafael Arráez Morles, en El Paraíso, y determinaron que las FF.AA., eran permeables a las ideas revolucionarias. Esto motivó un trabajo de captación de oficiales que en pocos años lograría la incorporación de 170 uniformados al PCV. En el III Congreso de este partido puede leerse: “… es ilusión pensar que podemos vencer y estabilizar un gobierno democrático, patriótico y soberano sin unas Fuerzas Armadas imbuidas de resistencia patriótica al explotador extranjero, de no vacilación y conciliación a sus presiones, chantajes y halagos, así como de una actitud democrática resuelta contra los sectores reaccionarios internos que le sirven de agentes y aliados a los grandes monopolios norteamericanos.” Con este documento empieza a fortalecerse una tendencia golpista de la izquierda que buscará suplantar la lucha popular para “regalarle al pueblo” un nuevo gobierno.
La derrota de estos levantamientos militares debilita fuertemente al llamado “Movimiento Revolucionario”. En posteriores apreciaciones históricas, se caracteriza la inexistencia en Venezuela de una Partido revolucionario, ellas se sustentan, en parte, con la observación de ver cómo las vanguardias del momento fueron dando al detal todo su poderío e influencias. En los balances de esos momentos se acusan desviaciones aventureras, foquistas, inmediatistas, vanguardista y contradicciones entre el decir y el hacer. Al existir desvinculaciones entre la teoría y la práctica ninguna de las dos era revolucionaria. Sin teoría revolucionaria (Concepción estratégica) todo se convierte en tacticismo oportunista de “darle palo a todo mogote”.
En el recuento del Porteñazo se ha puesto en claro que muchas de las fuerzas militares y políticas comprometidas no llegaron a alzarse. Otros afirman que Betancourt, con la llamada “táctica del peine” promovió el desboque de la izquierda hacia la insurrección. El mandatario contraatacó concentrando un enorme potencial bélico contra los sublevados que erróneamente pusieron en práctica la guerra de posiciones.
Con la arremetida criminal contra la insurgencia se cercó y se ametralló la ciudad sobre el concepto de “tierra arrasada”. Fue una matanza por mar, tierra y aire. Se calcula conservadoramente en 700 los muertos del bestial ataque, siendo mayormente civiles los ametrallados indiscriminadamente. El naciente régimen democrático con esta masacre daba una lección de advertencia de lo que vendría. El contingente militar quedó diezmado.
Así, con este quinto intento, las direcciones tradicionales echaron por la borda todo su potencial, quedando sin línea de organización y de masas, y menos aún con una coordinación de planes estratégicos; oscilaban entre el reformismo y aventurerismo. Al quedar en el aire y no encontrar qué hacer inventaron el Frente de Liberación Nacional (FLN) y luego, para darle cabida a algunos militares rezagados, crearon las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) en donde a los militares presos les correspondió buena parte de la dirección de la lucha armada.
En adelante intensificarán las luchas urbanas y rurales. Se inaugurará el tiempo de las acciones espectaculares, de dar demostraciones al pueblo para “encender la chispa que incendiaría la pradera”. Es el foquismo en su máxima expresión, donde las acciones de la Unidades Tácticas de Combate (UTC) de las FALN iniciaron una serie de acciones ejemplarizantes que pretendían sustituir a las masas. Acciones que tampoco llegaron a propagar la chispa. Se produce el encapsulamiento de la izquierda con su posterior archipielización, aflorando contradicciones y “tendencias” de acuerdo identificaciones internacionales.
Se inician confusas líneas políticas que en el fondo aupaban la pacificación bajo el disfraz de lucha armada. Llámese repliegue táctico, o dispersión ordenada, retirada atacando o tregua unilateral, todas finalmente, convergían en “darle un chance a Leoni para que demostrara sus intensiones de pacificación”. Oportunidad que fue aprovechada por el aparente “Presidente bobo” para darle carta blanca a los militares entrenados en la Weins Point, quienes inauguraron la figura de la desaparición y la masacre de miles de patriotas en campos y ciudades; genocidio acrecentado en los cinco campos de concentración de la época. Fueron cuadros medios, en su mayoría, al margen de las direcciones del PCV y el MIR, quienes comenzaron a reorganizar la llamada lucha armada con visiones de guerra prolongada, que combinada con distintas formas de lucha y resistencia, mantuvo la esperanza por más de 30 años, hasta que maduraron de nuevo las condiciones que iniciaron la etapa procesual que vivimos actualmente.
A 50 años del Porteñazo, la resistencia continúa.

Rafael Pompilio Santeliz

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