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viernes, 5 de noviembre de 2010

Qué pasa con la lucha de los Yukpas



Para comprender la lucha Yukpa que actualmente se desarrolla, y los obstáculos que -involuntaria o deliberadamente- se han producido para que haya justicia digna para estos pueblos originarios, es necesario revisar aquellas trabas causadas por el colonial burocratismo “aprendido” a lo largo de más de 4 décadas puntofijistas. En ese sentido es importante advertir que, en general, la lucha indígena es un combate contra toda forma de discriminación social y cultural. Esta discriminación tiene su origen en la perdida de los orígenes, de las propias raíces, en el olvido de las pertenencias, del parentesco, carencia que ha tenido como resultante que la población reniegue de sus propias tatarabuelas. Consecuencia: pareciera que no hubiéramos nacido aquí, en este lugar del planeta y en este momento histórico. Ésta perdida de nuestro arraigo es conocida como el des-arraigo.

Esto quiere decir que si alguien no tiene raíces, o las ha olvidado, es influenciable -y manipulable- por lo exógeno, por lo externo y sus apariencias, y se fascina gustosamente por lo que viene “de fuera”-entregando a lo foráneo lo proveniente de nuestra tierra-. También que la perdida de la memoria individual se convierte en debilitamiento de la propia relación, de la propia pertenencia, de la propia identidad. Si esto ocurre entre personas y pueblos, pasa a ser la desaparición de la propia cultura: es el olvido de sí, la desmemoria, la baja autoestima, la poca estima de sí, el desprecio de lo propio, el auto-odio, la auto-traición, el auto-desprecio, la enajenación, la progresiva muerte cultural y física.

Inútilmente el vacío de identidad -producto de la carencia ya mencionada- se trata de “llenar” con lo externo, con las apariencias, con lo artificial y artificioso. La persona se va volviendo vana, falsa, frívola, trivial, superficial, plana, sin asidero ni raíces, sin profundidad. De allí, por incorporación irreflexiva de lo ajeno, por imitación y copia, surge la sustitución, la colonización, el tras-plante. Donde pudo haber una “semilla propia”, se elige mal una “semilla ajena”. La propia persona (o cultura) se perjudica al apropiarse de lo ajeno basándose en la negación de lo propio.

Como consecuencia surge una identidad “postiza” apoyada en la “representación” -en el “aparentar”-, la que crea una persona “impostora” quien simula lo que no es: una persona que, con vergüenza social/cultural (étnica), con desprecio de sí (endo-racismo), se “escupe cuando se ve ante un espejo” -en el decir de Eduardo Galeano-: no le gusta lo que ve, no le gusta como es, no le gusta quien es, no se gusta, no se quiere tal como es, se desprecia, se odia, desea “no haber nacido aquí”. Creyéndose equívocamente como “peor” e “inferior”, quiere sustituir el propio ser por otro que creer “mejor” y “superior”, renegando su pasado, descalificando y desvirtuando sus vínculos más autóctonos, nativos.

Esta negación de la propia diversidad, de la propia autenticidad, beneficia a unas pocas elites –oligárquicas- que históricamente han venido dominando la sociedad y la cultura, ya que así estás logran que se vaya consolidando un sistema social desarraigado e injusto (el cual intenta presentarse y preservarse a sí mismo como única verdad, única historia, única posibilidad, único futuro, única realidad). Esta renuncia histórica o actual (personal y colectiva) no se percibe fácilmente, porque es ideológica: una ideología es algo que pensamos y sentimos, es inconsciente y emocional. Pero también es una mentalidad, porque se ampara en creencias que “no ponemos en discusión” para conocer de dónde nos vienen. Ejemplo de ideología es el trato que damos a nuestro propio pueblo y a nuestras compatriotas, que tiene su base en el trato que le damos a los pueblos originarios y afrovenezolanos y sus indo-afro-descendientes, y que a su vez, es el trato que damos a la naturaleza y al resto de sus especies “no humanas”.

¿Cómo ha sido posible que diferentes sectores progresistas o de izquierda (civiles, militares, etc.), que se presentan como “socialistas del siglo XXI” en sus respectivos ámbitos (taller, aula, surco, comunidad) no se pronuncien y actúen contra toda ideología colonial que permite invisibilizar nuestra propia cultura así como desconocer la agenda sociopolítica de los pueblos afro e indígena? Quizá porque no ha habido suficiente honestidad en reconocer las diferentes caras de la discriminación social que aún son mantenidas socialmente.

Concientemente o no, tales formas de discriminación hacia lo afro y hacia lo originario son activadas al:
· Alienarles: al negar o silenciar lo afro e indígena como agenda de conversación y discusión pública y privada -y negarles o silenciarles como pueblos y como personas humanas;

· Considerarles algo “no prioritario”: como pueblos inexistentes e temas irrelevantes;

· Considerarles algo perjudicial: como algo negativo o improductivo;

· Presentarles como “lo retrogrado”: al verlos como pueblos atrasados y retrasados, como “restos” de un pasado inservible “en vías de extinción”, como algo superado históricamente (como algo “trasnochado”);

· Presentarles como seres violentos: al llamarles caníbales, salvajes, antropófagos, primitivos, bárbaros, conflictivos, que solo saben “tirar flechas” y “probar alucinógenos”.

· Percibirles como seres “indigentes”: ofenderles como personas sucias, hediondas, desaseadas, nauseabundas, fétidas, cochinas, molestas, peligrosas;

· Percibirles como “extranjeros”: como pueblos y comunidades invasoras, no venezolanas -o no “tan” venezolanas (e incluso extraterrestres, venidos de otros mundos);

· Percibirles como “ángeles”: como si fuesen animales “naturales” puros, inmaculados, prístinos e incorruptos, cuasi-ambientales;

· Percibirles como “minorías”: al llamarles etnias, tribus, clanes, grupúsculos étnicos de localidades, poblados y provincias alejadas en el interior imaginado como puro “monte y culebra”.

· Presentarles como “incultos”: como pueblos ignorantes, torpes, lentos, brutos, analfabetos, iletrados, ágrafos, sordo-mudos/tartamudos, pobres de palabras o carentes de lenguaje y de idioma, de modales y de arte, quienes “supersticiosos” supuestamente hablan extraños e incomprensibles “dialectos” y sólo hacen “artesanía” exótica, selvática o tropical;

· Presentarles como culturas menores “civilizables”: verles como integrables, asimilables y modernizables, como campesinos “mestizos” que potencialmente pueden ser “civilizados criollos”

· Abordarles con actitudes “condescendientes”: como si se tratasen de seres incapaces, minusvalidos “plenos de carencias”. Incluso hay quien les dice “nuestros indios” a quienes supuestamente defiende y “protege” (en realidad “usa” a los pueblos indígenas para “limpiar su conciencia” y desarraigo mediante filantrópicas acciones asistencialistas y heroicas);

· Presentarles como “objetos” vivientes: al verles como “antigüedades” estudiables, exhibibles y “rescatables” en reservas, reservorios, teatros y museos, a fin de poder “mostrarles” en eventos exóticos y folclóricos, o considerarles “especimenes” para fotografiarles y filmarles en visitas/aventuras turísticas.

Todos estos son procedimientos de manipulación y violencia cultural, que implican: servidumbre de una cultura y pueblo a otro; abandono y negligencia entre culturas; un paternalismo que postula que un pueblo puede “tutorear” a otro como si fuese un menor de edad; y lo más grave, etnocidio (la muerte total de una cultura por perdida absoluta de sus memorias, idiomas, lenguajes, expresiones, creencias, espiritualidad, usos, costumbres, prácticas económicas, políticas, ecológicas, eróticas, etc.) y epistemicidio (muerte de las formas de saber, de experiencia y de conocimiento antiguas y ancestrales); genocidio estadístico (reducir numéricamente la cantidad de personas miembras de un pueblo y cultura, práctica que ha sido denunciada por los pueblos afectados, y que hizo creer por mucho tiempo a la población mayoritaria que tales pueblos “habían desaparecido totalmente” o que actualmente están “en vías de extinción”. Ejemplo viviente de ello es el desconocimiento de la existencia actual en los suburbios del área metropolitana de Caracas de descendientes del pueblo indígena Mariche), etc. Sin embargo, todavía hay gente que nos ve (¿y que “nos vemos”?) con los ojos del invasor europeo Cristóbal Colon y su tripulación: hemos mal-aprendido a copiar la mirada ajena -la perspectiva de quien nos vino a perjudicar-, a imitar lo foráneo. El resultado de esto es, con la mirada “del que vino de afuera”, terminar re-negando lo propio y -con fascinación- adorar lo ajeno. Es la perdida de las raíces originarias, el sentir vergüenza del propio origen, de la propia pertenencia, de la propia familia, del propio país. Es desconocer de dónde se viene y de dónde proviene. Quienes hoy copian e imitan la actuación / pensamiento del almirante Colón y sus tropas proceden en forma “colonizante”: piensan y actúan en forma “Colonialista”.

¿Pero cómo re-conocer nuestros orígenes en nuestros pueblos de procedencia nativa o africana -e incluso europea- si…

· Al quitarles la voz materna y propia, se les quiso volver inaudibles, incomprensibles e inentendibles? (como cuando la gente no conoce ni entiende ningún idioma indígena ni afrovenezolano, más sí prefieren estudiar los idiomas español, ingles, francés, portugués, etc.).

· Al tratar de esconder su imagen, se les quiso volver invisibles, o exóticos? (como cuando se cree que lo indio es “arco, flecha, guayuco, chamanes, yopo, desnudez, etc.”).

· Al desconocerles y desaparecerles su existencia, para volverles inconcebibles, impensables, inimaginables, impronunciables, inefables? (como cuando no se sabe o no interesa saber cuántos pueblos indígenas y afrovenezolanos existen en nuestro país, o no existe una reconocimiento propio en estos pueblos).

· Al volverles “carentes de importancia”, olvidables, desconocidos, desaparecidos e inexistentes, y por lo tanto, al querer volverles insignificantes e irrelevantes? (como cuando estos pueblos y culturas nunca o casi nunca forman parte de la agenda de alguna conversación o proyecto).

En fin, se intentó hacer que los aportes de tales pueblos no fuesen percibidos, o que tales aportes fuesen pensados, en forma activa, como “increíbles” de existir (como cuando se dice: “esos pueblos ¿existen? Yo pensé que habían desaparecido”); o “imposibles” de continuar (como cuando se dice: “son pueblos minoritarios en vías de extinción”; “son restos del pasado prehistórico, precolombino, premoderno, pre-racional”).

Para caminar hacia una honestidad en la lucha contra todo tipo de discriminación y prejuicio, quizá haga falta recordar -más allá del pensamiento colonialista patriarcal- lo que algunas mujeres han reflexionado, como por ejemplo, la filósofa María Zambrano, quien ha dicho que: “La visión del prójimo es espejo de la vida propia: nos vemos al verle. Y la visión del semejante es necesaria porque el hombre –y la mujer- necesita verse... Y vive en plenitud cuando se mira, no en el espejo muerto que le devuelve su propia imagen, sino cuando se ve vivir en el vivo espejo del semejante (...) La visión libera a la vida, más la visión de sí mismo(a) trae el grado supremo de libertad... y libertad es identidad” (citada por Ana Piño Sandoval, “En busca del México real”).

P.D.: Por cierto, ¿alguna vez ha escuchado usted alguna vez, por cualquier medio de comunicación, la expresión propia y libre -no manipulada- del cacique Yukpa Sabino Romero Izarra?¿Tiene él derecho a ser escuchado, a defender su pueblo y cultura, a defenderse él mismo, en sus propios términos? ¿Quién se beneficia de negarle su existencia…de despojarle su vida…sus territorios?...

Héctor Gutiérrez (Morocho)

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